Un país que incentiva la educación de su población infantil femenina eleva hasta 3% el PIB, según la organización Girl Rising.
Sokha es una niña huérfana que vivió gran parte de su infancia en un basurero de Phnom Penh, Camboya, y que hoy en día ya tiene acceso a la educación. Suma es una niña que comenzó a trabajar como asistente doméstica desde temprana edad en Nepal, y que hoy, junto con otras personas, ya trabaja a favor de la liberación de las niñas que son esclavas y que quieren tener acceso a la educación.
En pleno 2016 todavía hay niñas viviendo bajo estos escenarios de sumisión, y combatirlos es uno de los principales retos a nivel mundial, ya que según Girl Rising, organización internacional en pro de la educación infantil femenina: “la educación de las niñas puede romper los círculos de pobreza en una sola generación”.
En países como Perú, Camboya, Etiopía, Sierra Leona, Afganistán y Nepal todavía hay infantas que sufren esclavitud, o que forzosamente deben contraer nupcias a temprana edad, y que por lo mismo se ven obligadas a frenar su crecimiento intelectual.
En la provincia de Baluchistán, ubicada en Pakistán, los indicadores de educación del país son muy bajos, las tasas de matriculación netas (NER, por sus siglas en inglés) en todos los niveles, son al menos 10% inferiores al promedio nacional y los indicadores de la matriculación femenina son bajos, especialmente a nivel rural.
En México, cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelan que, 16% de la población está conformada por niñas de 0 a 17 años, es decir 19.3 millones en total y que sin contar a las menores de 5 años, hay 2.6 millones de niñas que no tienen ningún tipo de instrucción escolar.
La película Girl Rising (que lleva el mismo nombre que la organización internacional) muestra que en el mundo existen 62 millones de niñas que no van a la escuela, las cuales están perdiendo enormes oportunidades de crecimiento personal. También resalta que cuando un país incentiva su educación, puede tener un impacto positivo en su PIB de 3%.
Afortunadamente y gracias a varias campañas de concientización, ya se están tomando cartas en el asunto. Un ejemplo es Malala Yusafzai, la persona más joven en ser galardonada con el Premio Nobel de la Paz, quien después de haber sufrido un ataque por parte de talibanes en 2012, se atrevió a levantar la voz y defender el derecho a la educación de las niñas.
Su fundación, Malala Fund, se enfoca en hacer los cambios necesarios para que todas las infantas puedan recibir educación de calidad. Sus esfuerzos se han centrado en convencer a los líderes globales de darle prioridad a este tema y otorgar recursos suficientes a las escuelas.
Fuentes: Película Girl Rising, UNICEF. Banco Mundial. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)
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