El modelo sueco de prácticas sustentables es uno de los más reconocidos en el mundo. El sector privado tiene que conocer algunos aspectos que implementa esta nación en temas de RSE.
La sustentabilidad ha dejado de ser un discurso nacido del ambientalismo de los años setenta para convertirse en parte del único paradigma reconocido viable para una economía sana y vigorosa.
Hoy en día es difícil imaginar una estrategia de negocios de una gran corporación que no incorpore de manera explícita prácticas sustentables en el más amplio sentido del término: la sustentabilidad ambiental, social y económica.
Suecia es un país con 9.5 millones de habitantes, población apenas superior a los casi 9 millones que residen en la Ciudad de México. Es la sede de las empresas globales como Volvo, Ericsson, Electrolux, entre otras muy conocidas en México.
Estas empresas, en conjunto con el gobierno y la sociedad, contribuyen a tener el país más limpio del mundo gracias a una serie de políticas, prácticas sustentables y estrategias medioambientales instrumentadas desde hace cuatro décadas.
Gracias al compromiso de la sociedad sueca con una vida urbana sostenible, 99% de los residuos de los hogares se recicla. El programa medioambiental también incluye el tratamiento de aguas residuales para su uso.
No es de extrañar que nuestro país mire con especial interés esta experiencia con el objetivo de adaptar a la realidad local algunas de las iniciativas más exitosas del sistema sueco.
¿Pero qué características tiene el modelo sueco que resulta una verdadera inspiración cuando se trata de gestión de residuos?
El éxito en Suecia se basa en lo general en el diseño de una normativa nacional clara, con la definición de objetivos nacionales, aplicados de manera autónoma por los municipios, con impuestos que incentivan la reutilización, el reciclaje y la generación de energía, castigando la disposición final de residuos incinerables y de residuos orgánicos.
Hay muchas plantas de incineración para la generación de calor distrital y energía, pero crece el tratamiento biológico de los materiales orgánicos mediante digestión anaeróbica para obtener biogás, que se transforma en energía eléctrica o combustible para el transporte de los vehículos.
La digestión anaeróbica también genera un subproducto, que es utilizado como biofertilizante en la agricultura. Por otra parte, el compostaje produce un mejoramiento de suelos como abono de parques, jardines y terrenos.
El resultado de esta iniciativa es que hoy solo entre 1 y 4% se envía a vertederos. Y con el resto se genera biogás, electricidad, calor o se reciclan los materiales.
Estocolmo, ciudad construida sobre 14 islas y conectada por 57 puentes, fue designada en 2010 como la primera capital verde en Europa.
Es un argumento falso decir que como Suecia está 20, 30 o 40 años adelante, entonces no hay mucho que hacer ahora, sino que esperar a que esto llegue solo. Ni Suecia, ni Europa tenían la tecnología, ni los conocimientos cuando iniciaron este camino.
Para poder implementar estas prácticas sustentables es necesaria la cooperación entre lo público y lo privado, la sociedad civil, las empresas, la academia y los municipios y para hacer la conversión a procesos más limpios hace falta inversión pública inicial.
México está muchos pasos atrás de Suecia, pero está a tiempo de diseñar una agenda de sustentabilidad que refleje sus compromisos de largo plazo con el medio ambiente.
Fuente: Comunidad ResponSable
En Grupo Financiero Monex con nuestro programa Monex y el medio ambiente ayudamos a la conservación del medio ambiente, e impulsamos prácticas de recaudación de residuos, reciclaje, ahorro de energía, insumos y acopio de pilas.
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