En el sector financiero se habla a menudo de la inversión a interés compuesto, una estrategia utilizada por muchos inversores exitosos para incrementar sus ganancias. Se trata de un mecanismo bastante sencillo por el que se puede invertir de forma más eficiente, renunciando a las ganancias a corto plazo para aumentar los beneficios potenciales a largo plazo.
Esta estrategia puede aplicarse a una gran variedad de instrumentos financieros. De hecho, todos los productos que ofrecen una rentabilidad periódica permiten utilizar el interés compuesto para maximizar sus ganancias potenciales a lo largo del tiempo.
Conozcamos en detalle qué es esto y cómo invertir con interés compuesto, para entender cómo aprovechar esta oportunidad y optimizar los beneficios a largo plazo.
¿Cómo funciona el interés compuesto?
El interés compuesto es una estrategia mediante la cual se puede aumentar la rentabilidad generada por una inversión reinvirtiendo los beneficios en lugar de retirarlos de la plataforma de inversión o del producto en el que se ha invertido.
La estrategia permite aumentar la cantidad invertida que genera la ganancia periódica, por lo que el interés acumulado siempre será mayor a lo largo del tiempo, ya que se calcula sobre un valor más alto.
En este caso, se dice que los intereses se recapitalizan, es decir, que vuelven a alimentar el capital invertido para que, a su vez, contribuyan a generar un rendimiento. El mecanismo es diferente al del interés simple, por el que se invierte una determinada cantidad y al vencimiento se paga un rendimiento sobre el capital inicial invertido, como ocurre con las cuentas de depósito o los bonos del gobierno, por ejemplo.
Así puedes calcular el interés compuesto
El cálculo del interés compuesto de una inversión puede hacerse aplicando la fórmula siguiente:
M = C x (1 + r)^t
Donde:
C = es el capital inicial
r = se refiere a los intereses devengados
t = indica la duración de la inversión (períodos)
M = es el importe o valor del capital revalorizado.
En términos más sencillos, el valor total de la inversión viene dado por el capital inicial multiplicado por los intereses y la duración de la operación: esto implica que cuanto mayor sea el periodo de inversión, mayor será el interés compuesto generado y la suma obtenida al final.
Para entender mejor cómo funciona el interés compuesto en una inversión, veamos un ejemplo sencillo y claro.
Imagina que inviertes $10,000 pesos con una tasa de interés neto del 10% anual y al cabo de 12 meses obtienes una rentabilidad de $1,000 pesos. En este punto puedes cobrar los $1,000 pesos o puedes reinvertir los 1.000 pesos y aumentar el capital que generará el beneficio.
En el primer caso, seguirás obteniendo una rentabilidad de $1,000 pesos al año siguiente, en igualdad de condiciones. Sin embargo, al recapitalizar, los intereses ya no se calcularán sobre $10,000 pesos, sino sobre $11,000 pesos. Así, al año siguiente la inversión podría ofrecer una rentabilidad de $1,100 pesos, es decir, 100 pesos más.
Aunque pueda parecer una diferencia pequeña, esta estrategia es exponencial en el tiempo, por lo que a mayor duración, el interés compuesto ofrece una rentabilidad cada vez mayor.
Al cabo de 10 años y reinvirtiendo los intereses, obtendrás un valor futuro de $25,938 pesos, con un rendimiento total de $15,938 pesos. En cambio, con el interés simple el rendimiento sería de $10,000 pesos ($1,000 pesos por 10 años de inversión). Obviamente, el interés compuesto es más rentable si aumentas el capital inicial.
Como conclusión podemos decir que la reinversión de los rendimientos te permite aumentar tus posibles ganancias futuras sin utilizar nuevos fondos. Además, es posible aumentar este mecanismo con aportaciones periódicas de nuevos recursos, añadiendo estas cantidades a las ganancias generadas por el interés compuesto.